Otavalo

Crónica del brutal crimen que nos une y de la brutal tortura que nos separa.

Miguel Guevara
4 min readJun 26, 2018

A pocos días de la fiesta más importante en torno al Sol, el Inti Raymi, en una invernal Santiago de Chile, Margarita Ancacoy, mujer trabajadora y funcionaria de la Universidad de Chile, fue golpeada brutalmente con un tronco por varios hombres y al poco tiempo falleció.

Le arrebataron su cartera y celular. A corta distancia, una cámara captó a cuatro sujetos de cabello largo partir sonrientes con el botín y con el arma homicida. Eran Otavalos. Lo supe con solo ver sus fotos y los titulares que hablaban de los ecuatorianos asesinos.

En la cultura indígena americana, se cree que el cabello es la extensión física del pensamiento. El cabello es un símbolo de conexión con lo trascendente, es representación viva de los rayos del dios Sol — el taita Inti — y de las raíces de la madre Tierra — la Pacha Mama.

El cabello es sagrado, no tenerlo o agredirlo, es símbolo de haber sido rechazado o haber renegado de los suyos. Así lo creen los Otavalos, una de las tantas culturas indígenas que coexisten en Ecuador y que sobrevivieron a través del tiempo a incas, españoles y mestizos.

La ciudad de Otavalo, ubicada a 2 horas de Quito y asentada en la cercanía del volcán Imbabura, es conocida internacionalmente porque ahí se crean y comercian los más bellos telares y artesanías que se han transformado en el ícono de la cultura Andina de América por el mundo.

Feria de Otavalo, 2010

Y es porque los otavalos, desde hace muchas décadas, viajan por el mundo comerciando sus artesanías. Aunque con el tiempo han ido abandonando su vestimenta característica — que es externa, no se permiten abandonar su larga cabellera — que brota del interior.

Feria de Otavalo, varias décadas atrás.

Los otavalos, hombres y mujeres, acostumbran trenzar su cabello. Las parejas entre sí, los padres a sus hijos. Es un ritual diario, en el que, mientras acarician y cuidan la parte más sagrada de su cuerpo, comparten un momento familiar y se conectan con lo que sienten sagrado.

A los otavalos, presuntos asesinos de Margarita, nadie les trenzó el cabello esa mañana. Se habían juntado a emborracharse en el centro de Santiago. Ya en la cárcel, los mismos presos, les torturaron con golpes y corriente eléctrica. Lo más doloroso: estaban rapados al cero.

…si los kichwas perdieran la vitalidad de su pelo, el Sol y la Luna dejarían de brillar en sus corazones, la energía de los árboles, las plantas y la naturaleza no alimentarían sus espíritus y vivirían en la amargura y la soledad.

Ariruma Kowii

Sus torturadores les propinaron dolores mucho más que físicos. Cortarle el cabello al otavalo, es como negarle la Biblia al evangelista, despojarle de su tierra al mapuche o arrebatarle los hijos al ciudadano moderno. Es desmembrarles lo que consideran sagrado.

En Twitter, el chino sentenció: “a esos hueones hay que matarlos” y el capitán ironizó en ir “a dejarle unas galletitas”. El político oportunista clamó por la expulsión. El lamentable trasfondo es simple: los ecuatorianos asesinos son poquita cosa, son menos que humanos.

En consecuencia, no tienen derechos. De esos, de los humanos. Entonces vale la tortura, vale la humillación, vale la pena de muerte, vale la sentencia sin juicio, vale arrebatarles lo sagrado. Vale, todo vale. Yo creo que no. Ese Chile, pensábamos que quedó atrás. No lo queremos.

De lo contrario, ¿qué debería sucederles a los asesinos y torturadores de cientos de chilenos? ¿Por qué no ha pedido el chino Ríos que maten a esos hueones? o ¿por qué Bravo no ha pedido que cierren Punta Peuco para que no les lleven mucho más que galletitas?

Simple. Hay brutales asesinos y hay brutales asesinos que no son chilenos. Los primeros son humanos. Los segundos no. Esa contradicción, que brota hedionda del nacionalismo y la xenofobia, la debemos erradicar. Chile y sus ciudadanos, somos más que eso.

Necesitamos recordar que Margarita llevaba cinco mil pesos en su cartera, acudía a trabajar a las 5 de la mañana, fue asesinada a palos, sus presuntos asesinos fueron despojados de toda dignidad, Bravo y Ríos validaron esta denigración y los matinales hicieron fiesta.

El crimen de Margarita es brutal, doloroso y gravísimo. Produce indignación y rabia generalizada, sin embargo la forma de desahogarla no es festejando actos brutales, dolorosos o gravísimos. Necesitamos trabajar en las causas, no solo opinar ligeramente sobre los efectos.

Necesitamos un sistema de reclusión pensado en rehabilitar personas, no en solo evitar que se fuguen. Necesitamos políticos oportunos que propongan un sistema penitenciario que entregue dignidad a los privados de libertad y no solo ideas de cómo castigarlos mejor.

Necesitamos menos desigualdad. Necesitamos más seguridad. Necesitamos reconocer al migrante y al recluso como humano. Necesitamos líderes de opinión que contengan su rabia inicial y no escupan su primer impulso. Y definitivamente, No necesitamos matinales morbosos.

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Miguel Guevara

Associate professor at @upla_comunica, department of CS and Hub of Innovation. Collaborator @CollectiveMIT. Husband and (step)father at @ my_big_family.